Lebron, el devorador de mundos
Galactus es insaciable. Su hambre le atormenta y no cejará en su empeño de sondar la galaxia en busca de nuevos mundos que le calmen.
El Norte ha caído. Como antes lo hicieron los Pacers y como, presumiblemente, claudicarán todos aquellos que se interpongan en su camino. Porque Lebron tiene una misión y su hambre es voraz. Porque el Rey del Este no conoce la piedad. Ni el miedo. Y está preparado para la madre de todas las batallas. Porque ha estado agazapado todo el año para resurgir en la post temporada. Y comerse otro mundo. Y conquistar otra galaxia. Y ver caer otro récord: más de 30 puntos por partido en seis encuentros consecutivos de playoff. Nadie hacía eso desde Kobe en 2010.
Los Raptors pusieron algo más de resistencia que los Hoosiers de Indiana. Pero en vano. Incluso con Kyle Lowry, que no jugó por lesión, la suerte estaba echada. Y el devorador ya se sienta en su atalaya a observar cómo se despellejan Celtics y Wizards y analizar cuándo y cómo se comerá a su nuevo mundo. Su nueva pieza antes de la meta.
Y es que Lebron tiene que retarse nuevamente con su némesis actual. Con su heraldo renegado que, aliado a los Cuatro Fantásticos, le discute su supremacía. Y le domina y le arrodilla. Al menos lo ha hecho una vez. Y quiere volver a hacerlo. Y Lebron no se arrodilla ante nadie. Como Galactus. Porque Galactus es insaciable. Su hambre le atormenta y no cejará en su empeño de sondar la galaxia en busca de nuevos mundos que le calmen. Contra todo y contra todos.
Los Warriors pelean en Utah. A medio gas y sin que ninguno de sus héroes haya todavía eclosionado por completo. Como de paseo. Cogiendo las flores antes de encontrarse al gigante. Sonriendo al sol de California o bajando en trineo el deshielo de las Uinta Mountains, en la parte occidental de las Rocosas. Como si tal cosa. Y también se sentarán a ver cómo, en el otro mundo, se despellejan Rockets y Spurs que, agotados, llegarán a morir en la Bahía.
Ese es el guión. Lo escrito. Lo deseado. De momento se cumple. Veremos si alguno de los implicados puede cambiarlo. De momento Lebron observa. Y su hambre no se sacia. Quiere más. Y recuerda que una vez, su heraldo, pequeño y a bordo de una tabla de surf imbuida de poder cósmico, le hizo hincar la rodilla. Y le humilló. Y no le hace gracia. Lebron espera…y el mundo contiene el aliento.
El Norte ha caído. Como antes lo hicieron los Pacers y como, presumiblemente, claudicarán todos aquellos que se interpongan en su camino. Porque Lebron tiene una misión y su hambre es voraz. Porque el Rey del Este no conoce la piedad. Ni el miedo. Y está preparado para la madre de todas las batallas. Porque ha estado agazapado todo el año para resurgir en la post temporada. Y comerse otro mundo. Y conquistar otra galaxia. Y ver caer otro récord: más de 30 puntos por partido en seis encuentros consecutivos de playoff. Nadie hacía eso desde Kobe en 2010.
Los Raptors pusieron algo más de resistencia que los Hoosiers de Indiana. Pero en vano. Incluso con Kyle Lowry, que no jugó por lesión, la suerte estaba echada. Y el devorador ya se sienta en su atalaya a observar cómo se despellejan Celtics y Wizards y analizar cuándo y cómo se comerá a su nuevo mundo. Su nueva pieza antes de la meta.
Y es que Lebron tiene que retarse nuevamente con su némesis actual. Con su heraldo renegado que, aliado a los Cuatro Fantásticos, le discute su supremacía. Y le domina y le arrodilla. Al menos lo ha hecho una vez. Y quiere volver a hacerlo. Y Lebron no se arrodilla ante nadie. Como Galactus. Porque Galactus es insaciable. Su hambre le atormenta y no cejará en su empeño de sondar la galaxia en busca de nuevos mundos que le calmen. Contra todo y contra todos.
Los Warriors pelean en Utah. A medio gas y sin que ninguno de sus héroes haya todavía eclosionado por completo. Como de paseo. Cogiendo las flores antes de encontrarse al gigante. Sonriendo al sol de California o bajando en trineo el deshielo de las Uinta Mountains, en la parte occidental de las Rocosas. Como si tal cosa. Y también se sentarán a ver cómo, en el otro mundo, se despellejan Rockets y Spurs que, agotados, llegarán a morir en la Bahía.
Ese es el guión. Lo escrito. Lo deseado. De momento se cumple. Veremos si alguno de los implicados puede cambiarlo. De momento Lebron observa. Y su hambre no se sacia. Quiere más. Y recuerda que una vez, su heraldo, pequeño y a bordo de una tabla de surf imbuida de poder cósmico, le hizo hincar la rodilla. Y le humilló. Y no le hace gracia. Lebron espera…y el mundo contiene el aliento.

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