La sinfonía de Nowitzki

Y la grada estalló. Y casi el mundo. Y el viejo Geschwindner, como siempre, mirando desde la distancia. Tarareando una canción en cada tiro libre. ¿Hasta dónde quieres llegar?



La cara de Holger Geschwindner. La imagen de la noche. Esos ojos al borde de la lágrima mientras el tiempo se ha detenido a su alrededor, como en una película de los X-Men, para ver la gesta de su pupilo.

Dirk Nowitzki ha hecho historia y Dallas, que ya se preparaba para ello, lo celebra con júbilo. 30.000 puntos. En el Olimpo de los más grandes. Sexto en anotación de todos los tiempos al lado de mitos como Jabbar, Karl Malone, Kobe Bryant, Michael Jordan y Wilt Chamberlain. Y Geshwindner anónimo, enfocado al lado de una cerveza en un vaso de plástico, conteniendo emociones. Llorando alegrías.

El viejo capitán alemán se encontró a Dirk cuando no era más que un adolescente larguirucho que dudaba entre el balonmano que había llevado a su padre al deporte profesional o el baloncesto que su madre había recorrido en la misma dirección. Estamos en Wurzburgo, Alemania Occidental, año 1993. Holger vio a Nowitzki corretear por una cancha de baloncesto. Y diseñó un plan: “Te convertiré en el mejor jugador de básquet del planeta”. Era un proyecto. Una quimera. No se trataba de un entrenamiento convencional. El lanzamiento a canasta sería su eje y, como nunca antes, independientemente de la corpulencia del muchacho, Holger le trataría como a un jugador exterior. Y todo ello aderezado con música, lectura y poesía. –Este deporte es una sinfonía. Cinco tipos son maestros de un instrumento, pero deben tocar juntos para que suene buena música.- Un saxofón se incorporó a los entrenamientos del chico y la música dio paso a la danza. Lanzamientos sólo con la mano izquierda. Mil. Ahora la derecha. Otros mil. Si no anotas contra nadie, ¿cómo vas a hacerlo cuanto tengas a alguien delante?.

Cuando Dirk llegó a San Antonio para participar en el Nike Hoop Summit, en 1998, el mundo no estaba preparado para aquello. Un tipo de siete pies que corre como una gacela, penetra a canasta, lanza triples y juega al poste. Lo nunca visto. En ese partido se fue a los 33 puntos, 14 rebotes y 3 robos de balón. Lo enviaron 24 veces a la línea de tiros libres y anotó 19. –Eso no es bueno para mí- comentaría más tarde. Y la NBA se enamoró….

Hasta la pasada madrugada han sido 30.000 puntos desde que debutara en 1998. Siempre en el mismo equipo. Siempre en esos Mavs que nunca más tendrán otro número 41 en su plantilla.

Fue en el segundo cuarto. Después de un triple y cuando, ya en los primeros doce minutos el alemán había hecho una serie casi inmaculada de 18 puntos. Y la grada estalló. Y casi el mundo. Y el viejo Geschwindner, como siempre, mirando desde la distancia. Tarareando una canción en cada tiro libre. ¿Hasta dónde quieres llegar?


Comentarios

Entradas populares de este blog

Curry necesita a Steph

Madurar “In the Middle” ¿Qué fue de Monta Ellis?

Rajon Rondo y la tierra de Transilvania